duermevela sólo palabritas sos para decir la sombra, puro estornudo falso para decir paja,
pura paja ardiente y destilada para seguir bajando como quien baja por la rueda,
por la de Chicago,
la de los que lograron cruzar el río y no dejaron los brazos bajo el tren,
el que pasa,
lento,
paso,
sipués,
tus nalgas por este mazo,
y no termina,
y sigue ardiendo en los pulmones el vapor rancio ese de la muerte
y se nombra, trago espeso pero no trágico señores, no muñecas,
no trágico porque también la muerte baila y le aprieta el huesito animal de la cintura,
la muerte corazón que ya no es la muerte,
ahora es mambo,
ahora es rumba,
ahora es conga
y cuando se malea
también cumbia,
la mami duranguense sacudiendo los tacones y las botas y la hebilla existencial que presume como mi amigo Milton, el de la pistola, el vaquero tremendo que conocí en el desfile, orgullo gay, “¡me encantás, pisado, estás divino, padre!”, algo así anda, pavoneándose como el señor que es, el señor muerte
que rima golpeado como quien dispara
y jala el gatillo de su pistola de agua
con que nos asusta
qué miedo
qué bala
otra vez a mi cama
nos viene a chimar
nos viene a matar
Pero sucede todo tan
lento y hace algo de frío esta noche, quizá me sepa más duro el calor de un
cuerpo que me cubra, y la ternura sea la bala ardorosa con que debamos, poco a
poco señor y señora muerte, negociar de una vez por todas el desangramiento inal
de esto que nos compete.
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